La ingobernabilidad es producto del ajuste macro-económico neoliberal –imbricación conservadora, liberal y socialdemócrata- a nivel continental de nuestra América Latina, en esta eventualidad la idiosincrasia de Chile ha sido golpeada una vez más tras las múltiples noches de la hojarasca globalizante que, ha concesionado de manera recurrente las legítimas diferencias étnicas, de clase y de género, pues la catarsis no es necesariamente articulación social de base, debido a que la organización socio-política se encuentra taponeada por los iluminados de las élites de izquierdas y de derechas que, se pierden en la vorágine del orden mundial sin alcance global, constituyendo todo un pueblo a maltraer, donde el Estado Subsidiario delega lo irrestrictamente público a modo de violencia estructural, pero configura sin lugar a duda una respuesta reactiva a través de la explosión social que algún día decantará en voluntad política para gobernar.
La inquietud es: ¿Cuándo se producirá educación cívica para superar la injerencia política, la sedición y la represión filogenética que constituye a la Chilenidad? Es decir, estaremos preparados para el proceso de la Asamblea Constituyente o será un eslogan para subirse al carro de la victoria, se gestará el compromiso político, social y económico ante el diagnóstico de alienación cultural pactado, pues la inocencia se va perdiendo y la conciencia convoca al auto-cuidado de la soberanía del propio cuerpo como componente liberal inalienable, ya que este templo de Eros, nos acompaña desde el momento de nacer hasta el ocaso libidinal trasgredido, quedando el Thanatos como un vestigio de mártires y héroes concesionados en las grandes alamedas…
¿Habrá cambiado Chile después del congreso masivo (La Gran Marcha del 25 de octubre del 2019)?… Lo que circula es la anomía existencial, las penas, las frustraciones y los dolores transversalmente no correspondidos. Por lo tanto, es menester e inexorable superar este momento triste que, se está subastando por las viejas oligarquías instrumentalizadas foráneamente, constituyendo la coacción inter-personal y la coerción inter-institucional, donde nadie y nada queda ajeno a la violencia estructural de carácter vertical y que presume de un acuerdo horizontal cuando no se ha asumido nuestra miseria humana, pero sí nuestras virtudes de reivindicar en una Carta Magna que Chile no se cae del mapa trans-nacional y supra-constitucional, quizás la consigna “Chile Despertó” no sea más que el lema que amortigua el descontento popular, sino el vehículo que permita la contribución de un cambio de paradigma de co-construcción de gobernabilidad, el tiempo dirá, más temprano que tarde la democracia permitirá una mesa de negociación deliberante…